Ozzy Osbourne, figura clave del heavy metal y uno de los artistas más influyentes de estos dos últimos siglos, ha fallecido este lunes a los 76 años, pocos días después de ofrecer su concierto de despedida en Birmingham, su ciudad natal.
El último concierto fue más que una actuación: fue una despedida cuidadosamente orquestada, aunque nadie se atreviera a decirlo en voz alta. Entre luces tenues, miradas húmedas y un público que lo idolatraba como si fuese eterno, Ozzy cantó con la intensidad de quien sabe que no habrá otra vez. “Iron Man”, “Crazy Train”, “Paranoid” o "Mama I'm Coming Home", sonaron como himnos finales, previos al silencio.
Aquel show se convirtió, sin quererlo, en su epitafio. Y hoy el mundo del rock lo llora como se llora a los ídolos verdaderos: con dolor, sí, pero también con una gratitud difícil de poner en palabras.
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